Quieren beatificar a Gaudí. Que os parece?

El Ordenador de la Luz

 

 

 

 

 

 

Fuente: La voz del interior

 

 

 

Ordenar la luz, disponer de los espacios, encontrar el lenguaje de la geometría, esas parecerían haber sido sus obsesiones. Antonio Gaudí es el arquitecto de las formas y del color, pero también un recreador de la naturaleza.

Su obra suele ser inclasificable. Para muchos es un gran artista, para otros un gran técnico, para la mayoría un genial transgresor o místico.

Cualquiera sea la clasificación que se necesite hacer, lo cierto es que Gaudí produjo otra ciudad: un reflejo de nosotros, una puerta que nos permite asomarnos a lo que somos, a otra mirada, a nuestros repliegues, a nuestro entramado de pensamiento y emociones, a la enjoyada forma en que nos vemos a veces a nosotros mismos, a nuestros interiores más profundos, a nuestra fachada más misteriosa.

El hombre de ojos azules nos hace poder imaginar una ciudad de cuento y poder tocarla, nos desorienta los ojos con formas nuevas, nos interroga el espíritu creativo, nos interpela las estructuras sociales e individuales, nos desafía.

Obra prodigiosa

«Me inspiro en la naturaleza, el gran libro que siempre hay que leer», decía Gaudí. El era, ante todo, un hacedor, un demiurgo que contra el trabajo alienado o las producciones en serie, lograba recuperar la conjunción entre manos y realidad, que serían superadas por la obra misma.

Más cercano a la naturaleza (y, en particular, a la naturaleza de los hombres) conceptualizó una arquitectura que se asemeja a los abismos y refleja las formas que adopta nuestra esencia humana. Logra así un espíritu esencial que escapa al cubismo tradicional de las ciudades y su disposición ordenada y esterilizada.

Muy posiblemente alcanzó ese nivel de expresión porque se hizo cargo del símbolo, de la representación y la comprensión de su tiempo. Inventó formas con la convicción de que elevarían el espíritu del espectador. Cultivó otra mirada.

La arquitectura de Gaudí no es formalista, no está encerrada en sus propias elucubraciones, sino comprometida con una Barcelona desgarrada por la lucha de clases. De hecho, en un primer momento su obra materializa las imágenes externas, visibles, de los mitos y las leyendas que la alta burguesía barcelonesa estaba desarrollando para su propia legitimación.

Juan José Lahuerta, historiador de arte, interpreta claramente una de sus obras: «En el palacio Güell, por ejemplo, una forma simbólica bien conocida: hacia abajo el sótano, destinado a caballerizas, con su arquitectura de brutales pilares y grandes capiteles y ménsulas de ladrillo, es una representación de la cueva habitada por seres irracionales, mientras que hacia arriba, el salón culmina con una cúpula constelada de estrellas y rematada por un ósculo central, el sol alrededor del cual los astros giran armónicamente. Qué es eso sino un áxis mundi, el eje el mundo a partir del cual se funda una nueva sociedad regida por el príncipe, o por el patriarca que Güell quiso representar?».

Recursos que empleó el genio

En su obra se destacan cinco elementos: la catenaria, la geometría reglada, el hierro forjado, la carpintería y ebanistería y el trencadís.

La catenaria consiste en el empleo de arco catenárico (es el más mecánico, ya que la línea de presiones sigue exactamente la forma del arco). Se obtiene suspendiendo una cadena por sus extremos, lo que forma una curva espontánea y elegante además de útil, siempre que la carga sea uniforme.

La geometría reglada es producto de su devota observación de la naturaleza. Gaudí la llamó “geometría planoide”. Se trata de planos alabeados (curvados) compuestos totalmente de líneas rectas. Hay pocas superficies que cumplan con este requisito y casi todas pertenecen a la naturaleza, los árboles, el esqueleto de los mamíferos o las formas de las montañas.

El hierro forjado fue otro elemento que sorprendía en sus obras. Ello resalta en las puertas y el escudo de Cataluña en el palacio Güell y en los balcones de la Pedrera.

También los marcos de puertas y muebles de Gaudí tienen un aspecto diferencial. Son de roble americano, realizados por los ebanistas Casas y Bardés, que trabajaron para él en las casas Calvet, Batló y Milá.

Otro elemento importantísimo en la decoración de la obra de Gaudí es el trencadís. Esta técnica de mosaico fue la solución que el maestro eligió para trabajar el azulejo en superficies curvas. Así llevó a redimir elementos cotidianos como platos y cerámicas rotas para conformar composiciones originales. En algunos casos, para lograr una apariencia de brillantez, utilizó vidrios rotos, como es el caso de la fachada de la casa Batlló o la torre Bellesguard.

El demonio de la ciudad

Como todo genio no reconocido en su época, la relación de Gaudí con Barcelona fue penosa e incomprendida durante mucho tiempo.

El grueso de la sociedad catalana, desde los aristócratas al hombre de la calle, despreciaron y se burlaron de su obra. No era interpretada y resultaba, a veces, tan impactante como rechazable, en tanto que no respondía a las características del resto de las construcciones del barrio.

Gaudí era el demonio que enloquecía la mirada con formas que enfrentaban el sagrado orden de la ciudad condal. Y como todo lo que no se comprende es motivo de desprecio o de burla. Los dibujantes de la época fueron los principales encargados de satirizar sus obras. No obstante, obtuvo reconocimiento de colegas que emprendían el mismo camino creativo, como Dalí, Crevel o Man Ray.

Los tiempos, finalmente, acunaron y reconocieron el talento y la genialidad de Gaudí. El modernismo y la entrada en boga del vanguardismo habilitaron para él un reconocimiento mundial, que llevó a los barceloneses a rendirse ante el genio que había contribuido a situar a Barcelona en el mapa.

Hoy millares de turistas de todo el mundo asocian a la ciudad sólo con el nombre de Gaudí. Es más, durante todo este año que ha sido declarado “Año Gaudí”, se ha provocado una estampida mundial de turistas, que recorren perplejos una ruta de reconocimiento signada por sus construcciones. Los favoritos son la Sagrada Familia, la Pedrera y la Casa Batlló.

En resumidas cuentas, la misma ciudad que encontró a Gaudí entre las vías de un tranvía y demoró muchos días en reconocer su cadáver, por asemejarse a un vagabundo, hoy rinde homenaje a ese hombre y se rinde bajo los pies de su obra, que despreciada en un inicio, hoy es el ícono más importante de Barcelona.

Al parecer, la Iglesia Católica está en la búsqueda de seglares de vida ejemplar que enriquezcan el santoral de nuevas profesiones y provean de ejemplos acordes con la modernidad. Antonio Gaudí se ajusta perfectamente al perfil, por ser considerado un arquitecto tan genial como piadoso, un hombre universalista, tan noble en su vida como con su obra.

Miles de fieles en los últimos tiempos se han acercado a la tumba del arquitecto, ubicada en la cripta de la Sagrada Familia, para venerarlo y depositarle ofrendas y velas.

Existe ya una Asociación Pro Beatificación de Antoní Gaudí que reproduce cartas llegadas de Latinoamérica en las que, algunos católicos aseguran haber obtenido gracias debido a su intercesión. Se prevé que este año culmine el proceso diocesano, tras el cual se enviará a Roma toda la documentación que podría convertirle en el primer Arquitecto del santoral.

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